Gimió la triste vela, de tinieblas rodeada.
De viva luz su fuego, de sueños su mirada.
Luchaba sola, en silencio y olvidada.
Su cera derretida, como estrellas en la nada;
y en la nada más profunda se arropaba.
Con el arduo fragor de quién lo intenta.
Acosada por el frío y por la niebla.
Veló la vela con valor emponzoñado.
Veló la vela en su miseria,
de vestigios del pasado.
Ríos de su esfuerzo, resbalaron perfumados.
Por su guerra, su conflicto, su altercado.
¡Qué compleja encrucijada!
Se lamentó la vela.
De viva luz su fuego, de sueños su mirada.
Luchaba sola, en silencio y olvidada.
Su cera derretida, como estrellas en la nada;
y en la nada más profunda se arropaba.
Con el arduo fragor de quién lo intenta.
Acosada por el frío y por la niebla.
Veló la vela con valor emponzoñado.
Veló la vela en su miseria,
de vestigios del pasado.
Ríos de su esfuerzo, resbalaron perfumados.
Por su guerra, su conflicto, su altercado.
¡Qué compleja encrucijada!
Se lamentó la vela.
De su fuego titilante,
Un halo intermitente.
Que luchaba con empeño,
A pesar de los empaños.
A pesar de los empaños.
Que luchaba con premura,
Pero lo hacía en vano.
Se apagó.
Consumida por el fuego,
que la mantenía viva.
Ni el frío, ni la niebla, ni las sombras.
Solo el fuego.
Se acabó su juego, su esfuerzo.
Se acabaron los trémulos intentos
Se acabó la vela y su cuestionable honra.
Pero a nadie más le importa.
Se apagó.
Consumida por el fuego,
que la mantenía viva.
Ni el frío, ni la niebla, ni las sombras.
Solo el fuego.
Se acabó su juego, su esfuerzo.
Se acabaron los trémulos intentos
Se acabó la vela y su cuestionable honra.
Pero a nadie más le importa.
***
*Nota del autor: Sé que la poesía no debería explicarse, pero puestos a escribir, por una vez me apetecía plasmar con palabras exactas mis pensamientos. Ya que últimamente me siento alicaído y ni la escritura consigue motivarme (Al menos no de la misma manera que antes), he pensado que quizás es bueno dar rienda suelta a lo que realmente me apetece, que en este caso es realizar esta nota de autor.
Escribo poesía bastante a menudo. Cuando me siento mal, o simplemente cuando pienso demasiado, que sucede con mucha frecuencia. En esos momentos, escribir versos me relaja y gracias a eso puedo replantearme las cosas de otra forma. Cuando la tempestad de emociones ha pasado, suelo releer lo que he escrito con algo de animadversión y, por lo general, dejar el poema sin terminar en las notas del móvil. Pero hace unas semanas, cuando escribí el primer boceto de "La paradoja de la vela", y hubo pasado el bajón, pensé que no estaba tan mal. Que reflejaba muy bien mi sentimiento de ese momento. Y no quiero engañar a nadie; No sé más poesía que la que me enseñaron en el instituto, y seguramente estos versos son un mojón a todos los niveles.
Pero... Cuando pienso en la vela, luchando con su fuego por mantener alejados todos sus miedos e inseguridades y consumiéndose en el proceso por ello, no puedo evitar pensar que es bastante acertado.
Que nosotros mismos tratamos siempre y en todas las circunstancias de luchar, de levantarnos cada día y mantener nuestra llama ardiendo, aunque en el fondo sabemos que nuestro final será el mismo.
Es un pensamiento oscuro, lo sé, pero, de alguna forma, leer esas palabras y asumir que las cosas son así, me hizo sentir mejor.
Muchas veces me digo a mí mismo que por qué hacer cualquier cosa, si de todas formas no va a servir de nada. Pero si pienso en la vela, me doy cuenta de que prefiero que la vela se haya consumido y que su aroma impregne la habitación, que el resultado de su lucha esté presente de alguna manera... antes que ver una vela entera, pero inerte, porque su fuego sucumbió antes que ella misma.
Llevo pensando en la paradoja varios días, y es la paradoja la que me ha hecho decidirme a publicar por primera vez en este blog una poesía. La vela se apagará, tarde o temprano. Pero antes de ello, puede hacerse ver en las tinieblas, aprender de sus errores, e incluso brillar con diversos patrones de colores e intensidades. Las velas apagadas son todas iguales en la oscuridad sempiterna y homogénea, pero las velas encendidas pueden hacerse ver, modificar la eternidad, y, con suerte, darles a otras velas la fuerza suficiente como para seguir ardiendo hasta el final.
Me apetecía escribir cómo me siento sin una historia detrás. Ser yo mismo, sin metáforas ni personajes que me representen de alguna forma, como en muchos de mis relatos. Y creo que me ha ayudado. Me siento mejor, y, solo por eso, ya ha merecido la pena. No me imagino hacer esto a menudo, pero de vez en cuando es liberador. Y, si por alguno de los casuales, pudiera servirle a otra velita que lea esto y que esté pasando por un momento complicado, entonces seguir ardiendo habrá merecido aun más la pena.
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