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La Bestia [1/3]



“¡No, no! ¡Otra vez no! Por favor… No. No quiero, no quiero” Pienso mientras una extraña sensación me recorre el cuerpo de manera ascendente. Es una sensación tosca, desagradable, que remueve lenguas de oscuridad en mi interior y las saca a la superficie. Es una sensación de energía aberrante y aterradora. Y, por desgracia, la conozco muy bien. El miedo atenaza de forma invalidante la parte de mí que se resiste a esa extraña influencia, de manera que soy incapaz de moverme mientras la oscuridad se apodera de mí. Completamente superado, siento como mis sentidos se atenúan, mi visión se torna borrosa, los sonidos me llegan de forma difusa… Incluso la parte de mí que soy yo parece diluirse en la oscuridad que me posee, que crece y crece… Siento como… Pierdo la consciencia…



¡SANGRE!
¡La huelo, la huelo! Os encontraré, criaturas… Os encontraré y arrancaré vuestras cabezas de la columna que os sujeta. Mi cuello se balancea rápidamente en un tic compulsivo, y mi boca se abre en una sonrisa babeante. Los dientes de mis fauces terminan de crecer, varias hileras de cuchillos despedazadores. No son dientes para morder y atravesar… No, JAJAJA, claro que no lo son. Son dientes para despellejar, para arrancar la piel de los músculos.

El pensamiento de la carne fresca me ilumina la mirada, y siento la imperiosa necesidad de expresar mi euforia con un grito sobrehumano, aterrador. Con un ansia desesperada, comienzo la cacería. El rastro de sangre es claro, pero se pierde entre la maleza en varias direcciones. Eso me enfada mucho. La criatura es inteligente, trata de confundirme. Sonrío ante la ingenuidad de mi presa. Puedes tratar de engañarme, ratoncito, pero no serás capaz de escapar.

Con un largo aullido, me decanto por el rastro que se dirige hacia el norte, pues una parte de mí sabe que allí está el río. Y en el río es fácil perder un rastro.

Esa parte de mí… No debo usarla demasiado. Sino, alterará mis sentidos y me confundirá. Me distraerá de la presa. De la sangre. Es útil, sin duda, pero debo guiarme por mis instintos.

Tal y como había previsto, el río aparece ante mis ojos poco después. Mis piernas, voluminosas y robustas como troncos de árboles, se detienen ante la orilla y trato de volver a encontrar el rastro. Olfateo durante un largo rato. Gruño, contrariado, al no poder sentir el perfume ferroso de mi presa. Ha estado aquí… El humano ha estado aquí. Puedo ver su sangre tiñendo el río. Sacudo la cabeza para despejarme, y mi tupida melena se revuelve violentamente. Mis garras se abren y se cierran, tratando de encontrar una salida a esta encrucijada…

Tengo que usarla. Tengo que usar al otro yo. Todo sea por la sangre, la sangre, ¡LA SANGRE!


La nieve acumulada en mi piel me hace sentir húmedo y entumecido, y una parte de mí quiere cerrar los ojos y dormir para siempre. La otra está asustada, y me grita insistentemente que me levante. Curiosamente, es esta última parte la que me hace alzar los brazos e incorporarme. La cabeza me da vueltas, el mundo a mi alrededor no es más que un borrón de luces, colores y formas itinerantes.

Cuando consigo estabilizarme, de lo primero que me percato es de que estoy desnudo. De hecho, soy capaz de ver la marca en forma de luna creciente que me cubre el vientre y que siempre me proporciona una seguridad y un punto de referencia, aunque no sea más que un sentimiento irracional.

La segunda cuestión de la que me percato es que hace frío. Mucho frío. Congelado y cohibido, trato de buscar algo con lo que cubrir mi cuerpo, pero estoy en medio del bosque, los altos pinos opacando la luz del Sol, y la nieve cayendo por cualquier resquicio entre las ramas de los árboles. “Es un paisaje hermoso” pienso, y una sensación de vacío me recorre el vientre. Trato de recordar algo de lo que ha sucedido… Pero mi mente está tan vacía como el bosque en el que me encuentro. Eso me preocupa. Me asusta. Lo único que recuerdo es un instinto bestial y espeluznante, pero de una manera tan incoherente y difusa que no puedo averiguar de dónde procede.

Miro a mi alrededor, tratando de ubicarme, pero mi posición tampoco me dice nada, así que decido comenzar a andar, entre otras cosas para entrar en calor. Tiritando, con los brazos friccionando mi piel en un intento de conseguir calor, la parte de mí más racional se siente ridículo y estúpido. “¿Qué hago en medio del bosque desnudo y sin recuerdos? Puede ser que tomara demasiada dosis de malahierba”.

Ese pensamiento me sorprende. Me sorprende porque el recuerdo de la malahierba no parece ser mío. Creo que lo es… Pero no estoy seguro. Sé que es una planta medicinal y con propiedades místicas, pero que en altas dosis puede producir alucinaciones. Trato de sacar a la luz otras memorias del pasado, algo más relevantes sobre mi estado actual, pero solo soy capaz de acordarme del nombre de las plantas que voy encontrando por el camino, y cuáles son sus propiedades. Una de ellas, recuerdo. es comestible, y me apresuro a recoger todas las que puedo para el camino.

Mientras, el frío penetra en mi piel y llega hasta los huesos, mientras mis labios se tornan de un color cian insano, y parezco perder la sensibilidad en mis extremidades inferiores. Mastico las plantas comestibles y comienzo a correr, en un intento por recuperar algo de calor, pero sé que debo encontrar algún cobijo. Una aldea, quizás. Yo vivía en una aldea, ¿Verdad? No lo recuerdo con exactitud, pero algo me dice que así era. De hecho, los hilos de mi consciencia se van uniendo poco a poco mientras corro.

Algunos son recuerdos de un pasado muy lejano, recuerdos de ir a cazar, de aprender nombres de plantas con otras personas. Pero cuando trato de enfocar el rostro de las personas me empieza a doler la cabeza. Ese tipo de recuerdos me parecen ajenos e incluso me violenta llegar a pensar que estoy en la mente de otra persona. Sin embargo, los recuerdos que me parecen míos son recuerdos de emociones de miedo, de angustia y desesperación, y de una sombra vasta e intimidante, por lo que prefiero centrarme en el otro tipo de recuerdos.

El bosque se abre de pronto en un bonito claro, bañado únicamente por la nívea capa de arena blanca, congelada y un pequeño lago de superficie cristalina. Me aproximo a la orilla para tratar de beber algo en las zonas más frágiles, y entonces el movimiento de un color llama mi atención. Revoloteando entre los copos de nieve, un trozo de tela rasgada se acaba posando en la superficie del lago helado. A pesar del frío, a pesar de mis miembros insensibles y del castañeo incesante de mis dientes, el trozo de tela capta mi atención, por lo que alargo el brazo todo lo que puedo, de forma que mis dedos rozan el tejido. Con un último esfuerzo, consigo agarrarlo sin precipitarme de milagro al interior del estanque.

Es un trozo de una chaqueta de piel, seguramente de oso, por el pelo y el color, pero parece desgarrado por varios sitios, con bordes inconsistentes e irregulares, como si hubiera sido arrancado de cuajo y de manera violenta.

El tejido… me suena. Me suena mucho, de hecho. Con un leve estremecimiento, me aproximo la tela a la nariz, de la que cuelgan un par de finos hilos de hielo, y aspiro con fuerza, quebrando la escarcha y liberando mis fosas nasales. Y el olor es lo que me devuelve los recuerdos. Unos recuerdos que son míos, pero que no lo parecen. Unos recuerdos de un pasado, de un niño…


La tormenta de nieve arreciaba en el exterior. El viento rugía y la puerta de madera parecía estar sufriendo por mantenerse cerrada, protegiendo a los habitantes de su interior de las inclemencias del tiempo. Un niño temblaba de miedo, acurrucado y encogido entre las patas de una mesa. La habitación se encontraba a oscuras, y dentro de la casa solo un bebé sollozaba de manera incansable tratando de llamar la atención de alguien que no estaba. El niño, tras escuchar a su hermano llorar durante un largo rato, decidió que debía ser valiente e intentar demostrarle al bebé que no sucedía nada. Que todo estaba bien. Por lo que se arrastró por el suelo hasta llegar a la cuna y, con brazos temblorosos, cogió a su berreante hermano en brazos. Al sentir el contacto humano, el bebé pareció calmarse un poco, y el niño comenzó a acunarlo de tal manera que, finalmente, solo el terrible sonido del viento fue audible en el interior.

“Espérame aquí, Bist, y cuida de tu hermano. Volveré pronto” Esas habían sido las palabras de su padre cuando el jefe de la aldea había aparecido en mitad de la noche, con el rostro pálido y los ojos vidriosos. Habían pasado ya dos horas desde entonces. Asustado, el niño depositó a su hermano en la cuna con cuidado, mientras regresaba a su escondrijo debajo de la mesa. Lo cierto es que no se encontraba seguro. Tenía un presentimiento de que algo horrible estaba pasando. Un augurio de que algo malo le estaba sucediendo a su padre, más allá de las sacudidas implacables y constantes del granizo.

Por eso, cuando la puerta se abrió y la tormenta crepitó, ocultando la figura de alguien grande e intimidante, el niño pensó que había llegado su hora. Sin poder retener su miedo por más tiempo, dio rienda suelta al pánico, y la vejiga se le vacío por completo, dejando un charco amarillento en el suelo irregular.

Su padre, sin embargo, no pareció preocuparse por eso, y le pidió con voz baja y ronca que se levantara y lo siguiera. El niño se alegró tanto de reconocer a su padre que hizo lo que le pedía, saltando de debajo de la mesa con un enérgico salto. Pero, cuando vio que su padre volvía a salir al exterior, el niño se sintió confuso. Su padre le indicaba con gestos que saliera:

—Pero… ¿Qué pasa con Hiro?— dijo mirando a su hermano, que ante el alborozo ocasionado por la tormenta se había vuelto a despertar, y sollozaba con los pómulos rojos y los ojos cerrados con fuerza.

—Estará bien. Le he pedido a un amigo que venga a cuidarlo mientras no estamos.

No muy convencido, Bist salió al exterior, ataviado con toda la ropa de la que disponía. Solo para darse cuenta de que no era suficiente. El frío era sobrecogedor, el aire le desgañitaba la piel y hacía que se le saltasen las lágrimas. Su padre le cogió del brazo y tiró de él sin esperar a que se recuperase del susto.

Bist no entendía lo que sucedía. Su padre siempre le había tratado bien, le había enseñado mil cosas que desconocía, le había cuidado y alimentado. Pero su comportamiento en ese instante era extraño y agresivo. Bist tenía miedo.

Se adentraron en el bosque, una zona supuestamente prohibida durante aquel momento del día, y más aún con la tormenta que cada vez arreciaba más y más, hasta llegar a una especie de claro. Allí, el jefe de la aldea les esperaba, un capa de nieve cubriendo todas las superficies de su cuerpo. De no haber sido por la tétrica situación, Bist se habría reído del aspecto del hombre con un gorro de nieve en la cabeza.

—¡Tiene que haber otra manera… Me niego a hacer esto!— dijo su padre gritando, tratando de hacerse oír por encima del airado sonido del viento.

—¡Ya hemos hablado de esto, Kim! ¡No hay otra solución, lo sabes bien! ¡Venga, desnúdalo!

Y, antes de entender lo que sucedía, su padre y el jefe agarraron a Bist con fuerza y comenzaron a quitarle la ropa de tal forma que el niño fue incapaz de moverse del sitio. Si con toda la ropa que llevaba había tenido frío, ahora literalmente se encontraba en el infierno, miles de esquirlas nevadas golpeando su cuerpo, rasgando su piel. La chaqueta de piel de oso, cálida y peluda, cayó al suelo como la hoja de un árbol en otoño, antes de que el jefe se agachara a recogerla.

El padre se arrodilló ante un Bist asustado, helado y lloroso, y pareció que iba a decir algo, pero, finalmente, un abrazo fue la única respuesta ante su hijo atónito. Después, el jefe de la aldea tiró de las ropas de su padre con insistencia, pidiéndole que retrocediera y gritando que se apartara, de malas maneras. Bist creyó detectar un poso de miedo en su voz.

Ver a su padre dejándolo allí, en medio de la nieve, mientras él corría hacia la aldea, rompió algo en el interior de Bist, que se apresuró a tratar de seguir a su padre mientras gritaba con toda la fuerza de sus pulmones. Se cayó apenas recorridos diez metros, y ya no pudo levantarse. Boca abajo y desnudo, dejó de sentir las piernas y los brazos. Las lágrimas se le habían congelado en las cuencas, y de la nariz brotaban hileras de mocos que se escarchaban y mezclaban con la nieve en su camino hacia la boca.

De pronto, sintió una presencia a sus espaldas. Una presencia acérrima e inabarcable. Totalmente paralizado de frío y terror, Bist no pudo hacer nada mientras una garra larga y punzante como el pico de la cordillera más escarpada le daba la vuelta sobre la nieve y le encaraba a la criatura que estaba en frente.

El doble de grande que cualquier oso que Bist hubiera visto, con largas y múltiples hileras de dientes babeantes y oscuros, la bestia ladeó la cabeza mientras le observaba con sus ojos rojos como un par de grosellas. Alrededor de su cuello grueso y su cabeza, una corona de pelo largo y majestuoso conformaba la melena. Bist dejó de respirar unos instantes, con los ojos desorbitados y la nariz emitiendo mocos de manera interminable. Pero la bestia no le atacó. No le hizo daño alguno. Simplemente miró con curiosidad la marca de luna creciente que se encontraba en el vientre de Bist, aulló con un sonido burdo y acongojante, y se lo llevó de allí.



Bist… Ese es mi nombre. Bist… La tela cae de mis manos al tiempo que las lágrimas comienzan a surcar mi escarchado rostro. La nieve sigue revoloteando a mi alrededor, pero lo hace de manera mucho más atenuada y lineal. Pero eso ha dejado de importarme. Incluso el frío parece simplemente una cruel broma del destino.

Los hilos de la realidad se van uniendo en mi mente, formando una red de incredulidad, miedo, certeza.

Siento la bestia rugir en mi interior, la marca de mi vientre vibrar de manera intermitente, pero me siento ajeno y vacío. Mientras la oscuridad crece por mis venas, mis pensamientos se dirigen a mi padre, a mi hermano… A mi madre. A todas esas personas que conforman mi pasado… Solo que tenía razón. No es mi pasado. Es el pasado de Bist, el niño. Y de Bist no queda nada. Porque no quiero admitir, no quiero llegar a la conclusión, de que sea Bist el que ahora vaya a asesinar a su pequeño hermano. A ese pequeño y adorable bebé que había llegado a acunar en sus brazos, una noche de tempestad, y al que, con total seguridad, le habían legado la chaqueta de un hijo perdido… Mi chaqueta…

La visión se me empieza a tornar borrosa, y la consciencia se difumina con rapidez entre el manto onírico del trance...


¡SANGRE! ¡ESTA VEZ NO ESCAPARÁS, CRIATURA!

Comentarios

  1. Holiii, me llamo César, me "exhortó" entei hace poco q leyera tus relatos de Twitter. Bien, antes de nada quiero q sepas q mi intención es formar una crítica constructiva con la intención de mejorar tus cualidades como escritor, cuanto más mejor. Se te da muy bien las descripciones, cuando cuentas la trama lo haces explayando muchísimos detalles que envuelven al lector en un ambiente muy favorecido para captar su atención, tengo q admitirlo. Pero hay 2 puntos que me gustaría destacar: 1) Está muy bien centrarse en lo q a uno se le da mejor porque se siente uno como en su zona de confort, pero cuando un escrit@r hace eso, no deja entrever una gran variedad de recursos lingüísticos que perfectamente podrías beneficiarte también de ellas y así cautivar aún más al lector, me explico, está muy bien centrarse en describir, como bien sabes hacer, en los relatos pero es muchísimo más llamativo para el lector promedio el cultivar todo tipo de recursos lingüísticos, sorprender constantemente al lector por estar demostrando un abanico de formas de expresarte para hacerlo cuanto más ameno mejor y así cautivar a cuanto más tipos de lectores mejor. Porque aunque sepas narrar y describir... también tienes que centrarte en "cómo atrapar al lector en tu red" y mantenerle allí para que le entre la curiosidad hasta acabarse la trama. Por desgracia a día de hoy, muchos lectores tienen muy poca paciencia y se aburren con poca cosa q podría ser perfectamente una obra de arte jeje. Por eso te doy el consejo de no tener miedo a probar todas las formas que se te ocurran de contar una historia o incluso una subtrama, recursos literarios... , probar con todo, si no sale bien una pues vas descartando, es solo cuestión de tiempo que acabes viendo cómo encajaría mejor tus historias si te dedicas a ello y si realmente te gusta saldrá segurisimo. Esto es algo que si se ignora e intentas hacer por ejemplo una trilogía, al lector no le motivará lo suficiente, por eso las trilogías son mucho más difíciles q una simple trama argumental aislada. Y 2) He notado q juegas mucho con el narrador, intercalas entre narrador interno y omnisciente, eso está muy bien, pero un poco peligroso por decirlo de alguna manera. Hay momentos, o al menos yo, q aunque haya sabido reconocer el papel del narrador, me descolocaba un poco tanto movimiento entre 3° y 1° persona, no sé, como un poco difusa. Puede ser porque estoy acostumbrado a leer tramas en las que solo tiene un tipo de narrador o que intercale pero deje demasiado claro cuando cambia de uno a otro, repito, puede q sea cosa mía jeje pero aún así ten cuidado con eso, puede hacerse un lío el lector si le es nuevo o no le gusta... Pero aún así creo firmemente q se te da muy bien esto y como en todo "la práctica hace al maestro" :3
    P. D: enteiiiii he cumplido con el trato, devuélveme a mi familia ya, q el pequeño tiene asmaaaa JAJAJAJA

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    Respuestas
    1. Antes que nada, quiero agradecerte tus palabras. De verdad. Es difícil crecer y evolucionar de manera positiva yendo a ciegas, sin que nadie te diga lo que haces mal o bien. Realmente, si subo cosas a este blog es porque me gusta escribir y esto me motiva a hacerlo, más que porque piense que la gente lo va a leer o vaya a hacerme famoso. Escribo las ideas que me van surgiendo y trato siempre de darles un enfoque diferente. De hecho, aunque no se aprecie, he realizado muchos cambios en mi estilo de escritura. Me he arriesgado a hacer cosas que se escapaban de mi confort, como dices tú. (Por ejemplo, antes siempre escribía en 3ª persona, mientras que ahora varios de mis relatos son en 1ª persona) Pero no soy ningún experto, no tengo nociones lingüísticas y lo que sé de literatura es por leer.

      Me encantaría mejorar y ser mejor escritor, porque es lo que realmente me gusta, y mi sueño es, algún día, publicar un libro que lleve mi nombre. Por eso comentarios como el tuyo que me invitan a reflexionar sobre mi estilo de escritura y que me animan a mejorar me alegran muchísimo. De hecho, si no fuera una molestia, me gustaría que me pusieras otros recursos lingüísticos que crees que podría utilizar, para poder atrapar al lector en mi red, como bien dices.

      En cuanto a lo de cambiar la persona que narra la historia, normalmente no lo suelo hacer, pero en este relato pensé que era buena idea hacer un flashback, y, para diferenciarlo, cambié a la 3ª persona. (1ª persona es el presente, y la 3ª es el pasado) Pero es posible que pueda confundir al lector.

      Me alegro de que te hayas animado a escribirme esto, aunque sea por una apuesta ^^" De verdad, me ayuda y me motiva mucho más de lo que crees.

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