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Cicatriz



Dibujo de: @lisort



Un par de nudillos rotos, y un corte en la mejilla. En términos de daños físicos no es nada. Nada. Un rasguño y unos huesos rotos no pueden considerarse daños cuando he sufrido cortes y lesiones mortales por todo el cuerpo. Una fractura de los metacarpianos no puede considerarse nada cuando en mi torso reluce una cicatriz que abarca desde el cuello hasta la pelvis. Y sin embargo... Sin embargo me siento mal. No me sentía así de mal desde el día en que casi me quedo sin mi pierna izquierda. Jamás olvidaré la angustia que sentí cuando por el veneno de ese bicho casi me la tienen que amputar. Porque sin mi pierna no podría realizar mi trabajo. Sería un estorbo inútil. Estar tullido es sinónimo de estar muerto para mí. Entonces, si las heridas que tengo ahora no son de gravedad, ¿Por qué siento la misma presión en mi pecho? Realizo un examen físico superficial para asegurarme de que todo está bien, y lo único que sospecho que podría ocasionarme este sentimiento es el corte en la mejilla. Quizás su diminuta navaja estaba envenenada... Aunque lo dudo mucho. Los venenos que impregnan las hojas suelen ser rápidos y provocan otros síntomas como epilepsias o parálisis. Efectos rápidos y que pueden decidir una batalla. Un veneno lento no tendría sentido a la hora de pelear porque para cuando quiera hacer efecto tú ya puedes estar muerto. Además, este hombre no parecía tener apenas posesiones, mucho menos dinero para gastarse en un veneno que puede llegar a costar una fortuna. Así que no. No se trata de un veneno... Espera. Con todos mis músculos en tensión trato de dilucidar qué es lo que me está mojando la cara. Miro hacia todos lados tratando de buscar a algún responsable de esto... Porque me cuesta creer que sea yo mismo el que me la esté humedeciendo. Pero finalmente llego a la conclusión de que, efectivamente, estoy llorando; Inaudito. No he llorado desde que era un crío, y no es porque crea que llorar es de débiles o algo así. Simplemente no he sentido la necesidad de llorar en ningún momento. Por eso me ha extrañado tanto que de mis ojos surgieran lágrimas... He visto muchas cosas a lo largo de mi vida. He visto asesinatos, desmembramiento de niños, he visto como quemaban animales de todas las clases e índoles... Y jamás. Jamás. Jamás he llorado ni he sentido emoción de ningún tipo. ¿Por qué ahora, de mis verdes ojos resbalan gotas de agua?
Observo a la chica que tengo agarrada por el brazo con una mirada perdida. Con una mirada que pide una explicación. La chica, asustada, trata de soltarse de mi agarre con todas sus fuerzas. Yo tardo un rato en darme cuenta de que la estoy reteniendo contra su voluntad, y cuando lo hago abro mi mano como si de una garra metálica se tratase. La chica se masajea el brazo unos instantes, se incorpora y sin volver la vista atrás echa a correr, sin dirigirme una palabra siquiera. Es en ese momento que la parte de mí que todavía estaba bien se quiebra por completo. Me desplomo al suelo sin perder el sentido y con los ojos vidriosos, sin abrir la boca. Todas las alarmas de mi cuerpo resuenan en mi mente diciendo peligro. Mis músculos en tensión parecen hacer esfuerzos por tratar de moverme de ahí. Pero todo intento es fútil. Aterido, incapaz de comprender mi estado, aguardo a que la muerte alcance mi cuerpo. Pero las horas pasan y la muerte no llega. Solo un extraño vacío en mi pecho. Finalmente, hago un esfuerzo sobrehumano y me acerco al cadáver que hace un rato ha tratado de abusar de una chica. Lo contemplo con el rostro pétreo, pero las lágrimas siguen despuntado de mis ojos. No soy un héroe. He tenido que matar a alguien para salvar una vida. Cuántas vidas me habré llevado por delante sin pestañear siquiera... ¿Por qué entonces esta muerte me afecta tanto? Es más, ¿Por qué me he dignado siquiera a salvar a esa chica? He visto atrocidades más grandes que las que iba a hacer este pobre desgraciado y jamás he movido un solo dedo por evitar que sucedieran. Pero el rostro de esa chica me resultaba tan familiar... No podía permitir que le hiciesen daño. No otra vez. ¿Otra vez? Otra... Vez...
De pronto los recuerdos me golpean como un alud descontrolado. De forma devastadora. No es que los hubiera olvidado del todo, pero mi mente había hecho todo lo posible por dejar de lado esos fatídicos días. Y ahora... Ahora lo recuerdo. Recuerdo esos días en los que, cuando apenas era un niño, nuestro padre llegaba a casa borracho y desquiciado y nos golpeaba sin motivo alguno. A mi y a mi hermana. Nos golpeaba hasta que sangrábamos. Recuerdo nuestros sollozos y nuestros gritos. Los gritos de dos pobres almas que no pueden huir. Ahora recuerdo como nos encerró en aquella casa durante años... Como cuando mi hermana creció un poco, él empezó a hacerle cosas horribles... Recuerdo... Recuerdo haber agradecido al cielo por no ser yo quien estuviera en su lugar, agredecer que a mí solo me apalizara. Y también recuerdo el odio que sentí hacia mí mismo por pensar así y por no hacer nada por evitarlo.
Pude... Pude haber hecho algo... Cualquier cosa habría sido mejor que quedarse mirando durante tantísimo tiempo. Pero fui débil... Fui débil y aquel hombre no paró ni un sólo día hasta que ella... Hasta que ella...
No recuerdo bien cómo logré escapar de allí... Recuerdo que un día mi padre se desplomó tras pegarme una paliza brutal, y yo, magullado y dolorido, aproveché para robarle las llaves y huir de allí. Eso es todo lo que recuerdo. Sobreviví en este mundo hostil cómo buenamente pude. Aprendí a matar, a cazar, a robar y a engañar. Pero jamás, jamás hice nada que no fuera por salvar mi vida. Jamás probé una gota de alcohol. Pero aún así... ¿A cuántas personas asesiné? ¿Qué es lo que me diferencia de ese hombre que una vez llamé padre? Puede que yo no haya violado a niñas indefensas, pero he cometido otros crímenes. ¿Qué es lo que me diferencia de él? ¿Qué?
Con los músculos en tensión me agarro la cabeza con las manos y me aprieto hasta que me hago daño. Mis sollozos incontrolados se deben escuchar a kilómetros a la redonda, pero nadie parece querer acercarse a comprobar de qué se trata.
Débil... Débil... Fui tan débil... Y me hice fuerte. Me curtí. Me curtieron. Aprendí los nombres de los venenos, todos y cada uno de los músculos del cuerpo, desde los interóseos del pie hasta los pterigoideos de la cabeza. Tuve que aprenderlos para hacerme fuerte en este mundo dónde solo habitan hienas.
Y aunque no quisiera admitirlo, siempre odié a mi padre por lo que había hecho. Lo odié y deseé mi venganza con todo mi corazón. Pero sobre todo, me odié a mi mismo. Y pensaba que si mataba a mi padre estaría al fin en paz conmigo mismo. Pero me equivocaba. Porque tengo su cadáver justo en frente y yo me odio más que nunca.

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