Ir al contenido principal

Twitter

Negro


 El hombre abrió la puerta con parsimonia, intentando no hacer ruido al entrar y olvidando, por consiguiente, que aquella puerta nunca hacía ruido al abrirla. Sabía lo que se iba a encontrar en la sala, porque había entrado cientos de veces, pero todas y cada una de esas veces sentía emociones encontradas. Por un lado, sentía una especie de angustia irracional a hacer las cosas mal o a decir alguna estupidez, mientras que por otro lado su corazón latía un poco más rápido de emoción cada vez que veía a quién se encontraba en aquella estancia. 
El interior no era tan lujoso ni ornamentado como cabría esperar. Si bien era cierto que se notaba cierta realeza en las paredes de aquel habitáculo, no era porque hubieran muchas joyas, oro, adornos o filigranas, sino todo lo contrario. La habitación era completamente blanca. Desde el techo hasta las paredes pasando por los muebles. Todo era de un blanco cegador, un blanco limpio y hermoso que alegraba la vista. El hombre sabía a ciencia cierta que aunque buscase durante toda su vida una mota de polvo jamás la encontraría. Que aunque entrase allí con las botas manchadas de barro, cosa que jamás se atrevería a hacer, al salir la habitación estaría igual que si no hubiese entrado. Pero esto ya no impresionaba al hombre, por lo que obvió el blancor del cuarto y se dirigió directamente a la persona que estaba allí, frente a un espejo de cuerpo entero. Al principio no habló, y se limitó a observar a la mujer que se miraba en el espejo, consciente de que ella sabía que iba a ir allí mucho antes de que entrara por la puerta.
La mujer se dio la vuelta y sonrió. Tenía los labios finos y pálidos, la nariz chata y graciosa, y los ojos verdes chispeaban divertidos. Tenía el rostro perfecto para el hombre que había entrado, y ella lo sabía.
    –Te estaba esperando. Dime, ¿Crees que me queda bien el pelo rizado?
Con un gesto de la mano la mujer cambio su pelo liso y dorado por uno más castaño y rizado. El hombre no se inmutó lo más mínimo. No era la primera vez que le hacía aquello.

    –Y... ¿Qué te parece si me hago un poco más morena?

Y justo en el momento en que acabó de decir aquellas palabras su piel se tornó de un tono más oscuro. El hombre sabía lo que estaba haciendo, y como no quería seguir con aquella conversación, finalmente decidió hablar:

    –Señora... Los evadidos han aumentado un 14% este trimestre. Es un dato a tener en cuenta.
   –¿Y qué quieres que haga? Siguen teniendo voluntad para hacer lo que quieran. Si son tan imbéciles de querer desaparecer de la faz del planeta... allá ellos.
    –Hay algo que no me has contado, señora.
    –Hay tantas cosas que no te he contado, amigo mío... No te lo tomes a pecho, de verdad. Si tan solo supierais la mitad de cosas que sé yo... Dudo que alguno de vosotros pudiera soportarlo.
El hombre cerró los puños con rabia.
    –Mira, si solo por decir eso ya te enfadas... qué predecible. He sacrificado muchas cosas para llegar hasta dónde estoy. He tenido que aprender, y el camino no ha sido fácil, eso te lo aseguro. Recuerda el lema de la entrada. Recítamelo.
    –Ni reyes, ni dioses. Sólo el hombre... ¿Por qué esa frase? Ni siquiera incluye a la mujer... la sociedad de aquel entonces era misógina y...
    –Lo importante es lo que significa la frase. No hay dioses, ni reyes que nos ayuden. No hay algo o alguien más poderoso que nosotros. Nosotros, hemos sido capaces de dominar todas y cada una de las leyes de la naturaleza. Nosotros hemos conseguido usarlas a nuestro antojo para nuestro propio beneficio. Solo nosotros. El ser humano y nadie más. Eso es lo que hay que ver en la frase. Tratar de sacar controversia de ella es una inmensa estupidez.

    –¿Quieres decir que dominamos el universo?
    –Eso es exactamente lo que quiero decir. Bueno, yo lo controlo, para que mentirnos. Sobre alguien tenía que recaer el peso del conocimiento. Y esa soy yo.
    –Entonces... ¿Por qué la gente se está convirtiendo en evadidos?
La mujer se encogió de hombros levemente.
    –Es lo que ocurre cuando ya está todo hecho. Cuando ya está todo solucionado... ¿Qué motivo hay para vivir como una persona normal? ¿Por qué no... ser perfecto y ya está? Si total lo único que cambia es el cuerpo. Ya no lo tendré, pero... ¿Y qué? Si no lo estoy usando... ya no lo necesito. Así es como piensan los que se convierten en evadidos. Y tienen razón. No hay nada que se escape a nuestro control. Nuestra existencia carece de sentido alguno. Hemos alcanzado el conocimiento absoluto... ¿Y ahora qué?
El hombre permaneció callado, incapaz de responder a ninguna de las preguntas que aquella mujer le planteaba.
    –Quizás vale la pena por...
   –¿Por alguien? No. Los sentimientos son modulables. Lo sabes. No son más que reacciones químicas. Somos química y física. Y las controlamos a la perfección.
    –Pero quizás...
La mujer sonrió, pero distaba mucho de ser una sonrisa alegre.
    –Sé lo que estás pensando. Podría enamorarme de ti ahora mismo, si quisiera. Al igual que puedo hacer que mi pelo cambie de color y mi nariz de forma. No son más que interacciones. Y en mi cabeza están todas y cada una de ellas, y tengo el poder de modificarlas. Así que... vale. Me enamoro de ti, ¿Y qué? Eso conlleva otros sentimientos no tan bonitos que nadie quiere tener.
    –Noto quizás... ¿Ironía en tus palabras? ¿Aburrimiento, a lo mejor?
La mujer sonrió de nuevo. Era una sonrisa tan vacía y hueca que daba vértigo mirarla directamente.
    –Ya te lo he dicho. Puedo controlar mis sentimientos a la perfección. Puedo hacer cualquier cosa, y, por consiguiente, no puedo hacer nada, porque ya está todo hecho. No me siento aburrida, no me siento alegre ni triste. No siento nada si no quiero sentir nada. Al principio siempre me regulaba para estar  feliz, pero llegó un momento... en que quise estar triste. Y yo no lo entendía. ¿Por qué querría alguien estar triste? Por aquel entonces todavía tenía mucho que aprender.
    –Y... ¿Qué aprendiste?
    –Aprendí muchas cosas. Pero te refieres a que aprendí que ser feliz siempre... no es lo que queremos. Lo que queremos es alcanzar la perfección. En una sociedad antigua eso tenía sentido, porque tenían algo que alcanzar. Pero nosotros. Nosotros no tenemos nada. Vale. Puedo cambiar las órbitas de los planetas, frenar la aceleración del universo. Puedo viajar a la velocidad de la luz. Puedo curar cualquier anomalía que suceda en el cuerpo, incluso puedo detener la muerte. Así que... ¿Qué más hago?
El hombre estaba cada vez más nervioso, más pálido y lívido. Más asustado.
    –Eso significa que...
    –No. Eso no significa absolutamente nada. Ay, cuántas cosas desconoces, amigo mío. Sabía con certeza que este momento iba a llegar en cuanto alcancé el conocimiento absoluto. Lo supe. Lo sé. Lo único que necesitaba para que llegara este momento era tiempo. Y el tiempo dejó de ser un problema hace mucho. Já. Qué irónico, ¿verdad? Hablo del tiempo usando el tiempo. 
    –Desvarías...
La mujer sonrió de nuevo.
    –Podría hacerlo ahora mismo. Y lo habría hecho. Pero no podría recuperar mi estado actual, y esta solución es mucho mejor para todos. No solo para mí.
    –No puede ser... ¿Te vas a convertir en una evadida?
    –Los evadidos no son más que energía. Energía pura y dura. Sin cuerpo. Y sin cuerpo no tienen capacidad de pensamiento, ni de raciocinio. No. Convertirme en una evadida es lo que haría cualquier protagonista de película antigua al haber alcanzado la perfección. Pero yo no he hecho eso. ¿No te das cuenta? Me he convertido en aquello que rehuía al principio. Por eso el lema sigue ahí. Porque es paradójico. Soy una Diosa. Soy un Dios y me da absolutamente igual. No hay bien, ni mal, ni orden ni caos, ni ruido ni silencio. No hay nada. Solo yo y... nada que hacer. Ahora entiendo muchas cosas. Ahora lo entiendo todo.
El hombre tragó saliva ante la nueva sonrisa de la mujer que se hallaba ante él. Él mismo había rechazado la idea de que pudiera controlar sus emociones y no se había hecho ningún implante de inmortalidad, como la mayoría de personas hacía. Él era de los pocos que tenía una familia y unos hijos que crecían y iban a morir. Y aun así... aun así en ese preciso instante no quería que se acabase. Habría pagado por ser inmortal y permanecer con su familia para siempre.
La mujer que se hallaba en aquella sala se sentó en la blanca butaca. Se concentró unos segundos, y ya. Nada de estallidos ni parafernalias. Blanco todo. Negro. Negro absoluto. Nada.


Comentarios

Entradas populares de este blog

La Sombra

Prefacio: Médula El pasillo era un pozo sin fondo. Un abismo horizontal, poblado por decenas de luces que simulaban ser ojos brillantes y expectantes. Ansiosos. La chica miró el pasadizo con aprensión, las piernas le temblaban levemente, y las manos se movían con nerviosismo sobre el pelo lacio a la altura de los hombros. Respiró hondo, consciente por primera vez de que estaba temblando sin querer, y con un mero pensamiento sus piernas dejaron el tembleque al instante. De hecho, sus piernas fueron el motivo por el que la chica se infundió de valor y comenzó a caminar por el alargado pasillo. Había pasado por el quirófano otras veces. De hecho, había pasado por el quirófano muchas veces. No debía sentirse preocupada, pues sabía que el médico que le iba a atender era un profesional en toda regla, y jamás dejaría que le sucediese nada. Sin embargo… No era eso lo que le perturbaba. Los accidentes iatrogénicos eran muy infrecuentes con las nuevas tecnologías, y, en realida

La estrella que no era una estrella

  Seré una estrella. Lo sé. Incluso en mi nacimiento, mientras el disco natal gira a una velocidad vertiginosa y las consciencias de mis hermanos se van consolidando entre la inconmensurable cantidad de materia, puedo sentir en mi interior la identidad de una estrella. Es lo que soy, lo que voy a ser. Todo el polvo y el gas gira en torno a mí, conformando mi cuerpo material. Voy sintiendo cómo la presión va compactando las partes más pequeñas de mi ser, confinándolas en una esfera que va creciendo en tamaño y densidad. Sonrío. Es muy hermoso ser consciente de cómo te vas convirtiendo en algo real. De cómo tu consciencia se va formando al mismo ritmo en que lo hace tu cuerpo. Pero todavía necesito más. Mucha más materia. Seré la estrella más grande y brillante que se haya visto jamás. Debo serlo. Y para ello necesito mucha más materia. Me contraigo en un gesto de emoción contenida. No puedo esperar a terminar de nacer, a poder iluminar con mi esfuerzo la eterna oscuridad de nuestr

Imperdonable

Como sé que este relato es bastante subjetivo y puede ser que no se entienda, abajo he puesto una explicación de lo que ocurre en esta historia: Hállome en la más inconcebible oscuridad, donde mi capacidad de pensamiento está limitada por estos fúnebres sentimientos cuya procedencia desconozco. En la oscuridad más densa e impenetrable, atisbo un rayo de luz. No me sorprendo. No es la primera vez que sucede. Hay veces incluso que aparecen varios haces de luz de manera simultánea. No puedo decir que me desplazo hacia allí, porque no sería correcto. Las tinieblas en las que habito no son un espacio, y por lo tanto el concepto de moverse no tiene sentido aquí. De igual forma, tampoco puedo hablar de que he estado mucho tiempo aquí confinado, sufriendo una tortura indescriptible, porque realmente no sé si aquí existe el tiempo. Lo único que sé es que tanto dolor se me hace eterno. La luz me envuelve en su halo, y me teletransporta a otro lugar. Sé a dónde me dirijo. Al principio creí qu